TENEMOS CAMPEÓN.
Se ha hecho esperar pero ha merecido la pena. Os dejo con esta magnífica e interesante crónica de la Subida al Castillo de Portezuelo que nos ha enviado el primo Alfredo
Tras una semana de dudas por las
incómodas molestias en el gemelo de mi pierna derecha, finalmente decidí
tirarme al barro y animarme a participar en la VII edición de la Subida al
Castillo de Portezuelo en su versión corta, I Mini Subida al Castillo (quizás
el término “mini” no sea el más adecuado para 15,5 km de exigente recorrido).
Susi, su vástago Sergio y yo,
Alfredo, habíamos quedado a las 9 de la mañana en el lugar acostumbrado de
salida, la plaza Santa Ana. Allí, se concentraban también la buena gente de la
A.D Las Moriscas con sus flamantes bicicletas de montaña y con ellos, el
lanchacabrero Germán, que últimamente gasta más goma de cubiertas que suela de
zapatillas. Parece ser que le gusta la comodidad de hacer deporte sentado y con
una botella a mano.
Como viene siendo habitual en
nuestros últimos desplazamientos, llegamos con el tiempo justo para repartir
saludos, recoger dorsales, cambiarnos y, sin apenas tiempo para calentar,
situarnos bajo el arco de salida con la inquietud típica previa al bocinado de
salida. Hasta ese momento no vimos al compañero Raúl Mérida, cuarto
lanchacabrero participante en la prueba.
Como ya esperábamos, tras el primer kilómetro de tanteo, el exigente
inicio del recorrido provoca la primera, y casi definitiva, selección de la
carrera. Por delante, los galgos van poniendo pies en polvorosa. Entre ellos,
Sergio y, muy cerca, su padre Susi. Por detrás, ante la ausencia de dolores
musculares, voy aumentando el ritmo y mejorando posiciones.
Las sensaciones son
buenas, las pulsaciones aún no se han disparado, el gemelo no se queja y la
temperatura es excelente para correr. Más tranquilo, Raúl, que participaba por
primera vez en la carrera, acumula kilómetros con veteranía. De momento todo
marcha bien.
Afrontamos la última parte de la
subida inicial con moral y fuerzas hasta el primer avituallamiento. Un par de
tragos de agua para pasar el gel y a zapatear con ganas en la bajada. Los
primeros, a ritmos por debajo de 4 min/km. En mi caso a 4:20. Conociendo las
duras subidas que aún debemos hacer frente, decido bajar ligero pero cauto,
aprovechando para recuperar, acompasar la respiración y buscar el refugio en un
grupeto que haga más amena la bajada.
En la última parte del descenso
nos alcanzan los primeros “bikers” que bajan como alma que lleva el diablo. El
susto fue morrocotudo. Al llegar al tramo final de la bajada, giramos
inesperadamente hacia la derecha encarando un tramo nuevo del recorrido que
termina con una dura rampa encementada que parece no acabar nunca y tensa los
gemelos con cuerdas de guitarra. Tanto sufrimiento provoca que la gente se
agolpe en el segundo avituallamiento a reponer las fuerzas gastadas con
gominolas, chocolatinas y plátanos. Aquello fue nuestra particular feria de la
tapa que a esa misma hora celebraban los bares de Jaraíz.
Decido no parar, cojo a la
carrera un par de rodajas de plátano y enfilo la pista forestal dirección a la
zona técnica. Según nos vamos acercando, voy recordando lo poco que me gustó el
año anterior esa parte del recorrido. Este
año la impresión ha sido muy
distinta. El tramo dio para todo. Al inicio, en la zona de hierba alta seca,
tuve que sortear a un ciclista que, atascado, casi me cae encima. Metros más
arriba, una pareja de bikers bloquean el sendero superados por la dureza e
irregularidad del terreno. A partir de ese momento y hasta el comienzo de la
bajada, subo el ritmo, disfruto el tramo, serpenteo esquivando jaras y,
emocionado, recupero terreno perdido y contacto que el grupo que me precedía y
que, tras el primer percance con el ciclista, había perdido de vista. Prudentes
bajamos en fila india. En ese momento escuchamos un ruido extraño y,
repentinamente, de entre las jaras y escobas, un joven venado se nos cruzó en
el camino dando un brinco espectacular. El sobresalto fue mayúsculo. Él debió
pensar lo mismo.
Finalizada la bajada toca tramo
de transición. Echo de menos un trago de agua pero habrá que esperar a llegar a
meta. Es momento de relajarse, cambiar impresiones con el Hispano Marcial que
me acompaña en ese punto, girar la vista a la izquierda y ver la majestuosidad
del Castillo en lo alto.
Por delante, Sergio que tomó el
camino correcto en la bifurcación tras cruzar el puente, cruza la meta como
campeón en primera posición de la clasificación general de la prueba corta con
1:11:23. Este chaval nos va a dar más de una alegría. Enhorabuena Sergio por tu
carrerón. Poco más tarde, entra Susi como segundo clasificado de su categoría
(1:15:05) y manteniendo así su idilio con esta carrera en la que es costumbre
verle en el podio. Enhorabuena a ti también.
Mientras padre e hijo ya están
celebrando sus triunfos, yo comienzo las duras rampas de ascenso al castillo.
El desgaste es grande y alterno ratos de trote con ratos de caminata hasta
llegar al pasillo que los espectadores forman a escasos metros de la llegada
para reconocer el esfuerzo de los entregados atletas. Impulsado por los ánimos
y los aplausos de reconocimiento, cruzo el arco del Castillo de Marmionda
después de una hora, veinte minutos y cincuenta y ocho segundos en el puesto 30
de la general. Acabo con muy buenas sensaciones, bastante entero y nada
parecido al mal cuerpo y vacío con el que finalicé la prueba el pasado año.
Raúl llega más tarde después de otra gran carrera.
Como este año no había subido la
furgoneta-ropero al castillo, toca rápida bajada al pueblo. Por el camino
Sergio me pide una moneda, cosa que todavía no entiendo pues no se me ocurre
para qué necesitaba dinero en ese momento. Sintiéndolo mucho debo decirle que
no llevo calderilla. Susi tampoco. Como no podía ser de otra manera, dándole
vueltas al tema de la moneda, nos despistamos y perdemos el camino de bajada.
No sería el único despiste del día.
Llegamos al pabellón a
cambiarnos, ducharnos (sólo los valientes) con agua helada, recoger la bolsa
del corredor y meterle mano al bocata de chorizo con el que nos obsequió la
organización. Peinados y aseados como verdaderos pinceles, subimos al bar del
pueblo a dar cuenta de unas cervecitas.
La cerveza y la buena compañía,
hicieron más amena una larga y pesada espera hasta la ceremonia de entrega de
trofeos. En la plaza, de pie, sin sillas, estuvimos más de dos horas hasta que
nuestros campeones subieron al podio a recoger sus merecidos premios y los
aplausos del público. No hubo jamón para el campeón pero sí un morcón con muy
buena pinta. Si ya se había quedado pequeña la casa de la familia Gil para
almacenar los trofeos del padre, ahora deben ir pensando en hacer un anexo como
sala de trofeos para almacenar todo lo que el chaval va a llevar a casa. Tiempo
al tiempo.
Enhorabuena también a los amigos
de Hispania por la carrera que se marcaron. A Alan por el primer puesto en su
categoría, a Iván por su gesto deportivo y a Carlos por su tercer puesto en la
carrera de los 30 kilómetros. Sólo escribirlo agota. Asimismo, enhorabuena a
Raquel por su victoria en la carrera larga y Conchi que la escoltó en el podio.
No hay duda que algo tienen los aires veratos que producen tantos campeones.
Mi reconocimiento también a Santi
que se marcó unos excelentes 1:18 en la mediamaratón Elvas – Badajoz. Desde que
este hombre se ha unido a los entrenamientos de nuestro club y sigue nuestros
consejos, no para de mejorar marcas. Imagino que el aire verato del que antes
hablaba también habrá influido.
Volviendo a la crónica de la
prueba, no me cabe duda que La Subida al Castillo de Portezuelo es una de las
carreras más atractivas de las celebradas en el norte de Extremadura. Un
referente de este tipo de carreras. Admira ver a todo un pueblo volcado y
entregado con “su” carrera haciendo todo lo posible para que ésta salga
adelante pese a las dificultades actuales que todos conocemos. Admira también
la enorme cantera que garantiza el futuro de esta prueba. Es una delicia ver a
tantos chupetines, mascotas, benjamines… corriendo entusiastas por el pueblo. Y
por último, hipnotiza la belleza natural del recorrido por el que transcurre la
carrera.
Por todo ello y reconociendo el
esfuerzo y la dedicación de los organizadores de la prueba, quiero trasladar
desde un punto de vista constructivo los puntos que, desde mi percepción
personal, se podrían mejorar de cara a futuras ediciones:
· La
prueba BTT, debería salir antes que las carreras a pie. Disfrutarían igual del
recorrido (tienen todo el derecho a participar, ¡faltaría más!) y no
entorpecerían la marcha de los corredores en las zonas técnicas.
· En
caso de mantener las dos pruebas a pie, corta y larga, esta última debería
salir, al menos, una hora antes. Una prueba en la que algunos invertirán más de
tres hora y media no debería iniciarse a la 11 de la mañana pues supone acabar
muy tarde. Adelantar la salida evitaría, además, la larga espera de los
participantes en la prueba corta. Supongo que la cuestión técnica del
cronometraje puede configurarse o se pueden buscar otras alternativas.
· Es
importante poder subir el ropero a meta para que los corredores puedan
abrigarse a la llegada. Tuvimos mucha suerte con el tiempo pero prefiero no
imaginar el frío que hubiésemos pasado en meta en un día de bajas temperaturas
propias de esta época del año.
· En
los puntos críticos, mejorar el balizamiento y asegurar las correctas
indicaciones de los colaboradores para evitar incidencias como las de la
presente edición.
La Subida al Castillo seguirá
siendo una prueba fija en el calendario de este club en la que el próximo año
pasaremos revista a los ausentes en esta edición
Esperemos que la biker Ivanka repita en Portezuelo y nos haga compañía.
La clasificación en: CLASIFICACIÓN PORTEZUELO 2013
Las fotos en: PORTEZUELO 2013
Un placer pertenecer a este club.
Nos vemos trotando por el monte.
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